ESCRITO POR JOSÉ, EDITADO POR EL TANERO:
Hace unos días fui a hacerle una visita a mi amigo Walter, y aunque iba con la idea de pasar un fin de semana desconectado de la pesca, el destino me tenía reservada una grata sorpresa.
Hace unos días fui a hacerle una visita a mi amigo Walter, y aunque iba con la idea de pasar un fin de semana desconectado de la pesca, el destino me tenía reservada una grata sorpresa.
Tras hacerle una visita a Miguel (Solorobalizas) el sábado por la tarde, llegamos a casa. Una vez allí, preparamos todo el material para la jornada de pesca dominical.
Al día siguiente, nos levantamos para desayunar y acto seguido, metimos las cosas en el coche. Durante el camino comentamos la estrategia a seguir durante la jornada.
Una vez en la lancha, preparamos los equipos. Walter montó una Mitchell Avocet 242 Spin, con un carrete Abu García Sorön STX 40. Yo monté una caña Cinnetic Cautiva Caranx 2.20 m, junto con el Abu García Orra S40. Ambos carretes cargados con linea Nanofil del 0.17 y bajo de Berkley Trilene 100% fluorocarbon del 0.30 mm, más que suficiente para pescar desde embarcación.
Empezamos con la primera deriva y comprobamos la evolución de nuestros señuelos. En vista de que el tiro de la corriente era bastante grande,tocó poner unas cabezas más pesadas.
El brazo sufría más, pero los vinilos evolucionaban correctamente en la columna de agua.
Estuvimos un buen rato, hasta que mi compañero optó por cambiar de señuelo, poniendo uno más liviano, dejándolo profundizar más.
De esta manera, la primera picada no tardó en producirse. Tras liberar la pieza, volvimos a hacer una nueva pasada. El vinilo de Walter fue atacado nuevamente por otra lubina, que en poco tiempo ya estaba a bordo, para contemplar su bella librea.
Tras un breve parón en la actividad, esta se retomó con otra captura por parte de mi anfitrión.
Decidí montar un vinilo del mismo modelo y con una cabeza del mismo gramaje e idéntico color.
¡¡ Ese era el motivo !! Tras el cambio, no tardé en hacerme con mi primera lubina, cuya visión me hizo intuir que tendríamos una buena tarde.
Las nubes iban avanzando sobre nuestras cabezas y por suerte, pocas fueron las veces en las que tuvimos que ponernos la capucha. Bajo tímidas gotas de agua que manaban de las alturas, otras lubinas quedaban prendidas de nuestros anzuelos.
Walter había predicho que con el repunte de la marea, la cosa mejoraria, Como si de un visionario se tratara, la profecía se cumplía tal cual me la había comentado. Las picadas eran ahora más numerosas y sólo una de las lubinas que habíamos clavado, se había liberado durante su recuperación.
Tras una buena racha por mi parte, mi compañero decidió cambiar de vinilo y montar uno mayor. Sabía que una lubina podría engullir aquella imitación, pero el tamaño medio de las capturas me hacían dudar por momentos. Sin embargo, la insistencia de Walter se tradujo en otra captura, y para más inri, esta había afianzado el señuelo completo, dentro de su boca.
La tarde ponía distintas caras, pero íbamos evitando la lluvia, por fortuna para nosotros. Y no debía haber queja, ya que las capturas seguían acompañando. Era una jornada que me recordaba a la de algún verano pasado, en la que uno casi podía intuír las capturas.
Tras un largo periodo de frenesi en la cubierta, liberando y soltando piezas, las nubes osaron ocultar al sol, para anunciar un falso final del día. Sin embargo, el viento nos echó una mano para mover esa nubosidad y así poder contemplar el verdadero ocaso.
Ya no quedaba mucho por hacer. Tan sólo probar suerte con un paseante, por si sonaba la flauta. Pero la flauta no emitió nota alguna, por lo que no tardamos en recoger y dar gracias por una jornada entrañable.
Por delante quedaba un ameno paseo en coche, que nos permitiría recordar cada uno de los lances, como si de nuevo lo estuviéramos viviendo. Este es sin duda, otro de los placeres de la pesca: rememorar una jornada, con sus anécdotas y capturas.
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